domingo, 19 de septiembre de 2010

Una conciencia perdida en una realidad.


El mundo de Adrián es más obscuro del que cualquiera puede imaginarse. Se ha limitado a vivir en un cuarto con colores sobrios, de paredes color marrón y blanco, una amplia sala color verde y unos cuantos motivos naranjas; que por un lado refleja un poco de alegría a la habitación. Y algo a lo cual él añora todos los días cuando es incapaz de dormir es una antigua televisión. Desde inicios de su infancia el chiquillo y sus pensamientos parecieran quedar atrapados por este aparato y aquel lugar. El pequeño se ha dedicado 9 años a mirarla sin cesar. Como si ocultara algo que los demás desconocen.

No es que mirase todos los días algún programa en específico, sólo la prendía en algún canal con mala recepción donde los fantasmas estuviesen presentes con intensidad y fuera casi imposible distinguir alguna imagen. Un niño flacucho y de aspecto enfermizo, piel pálida, ojos verdes, cabello de un negro muy intenso casi azulado, labios delgados y tiernos, de estatura de unos 1.45 cm. Pero lo que más destacaba en su persona era la ausencia que transmitía.

- Creen que no puedo asimilar la realidad del mundo y que tampoco comprendo lo que es vivir en el. Lo cierto es que yo soy quien sabe que no solo existe un mundo y que espero un aliado en otro lugar. Mi puerta transportadora es el televisor de la sala, espero señales de vida.

Para muchos será la caja “idiota” pero jamás se han cuestionado que no sólo tiene una vida mecánica. En esta caja vive Bernardo un niño que al igual que yo vemos mundos diferentes.

-Soy Adrián y tengo 13 años, Bernardo tiene 9 y vive muy lejos de aquí.

-Bernardo ¿estás aquí? – pregunta sin la ilusión de una respuesta.

-Sí, pero estoy cansado, casi no puedo verte ¿Cómo te encuentras hoy Adrián? – La voz de Bernardo es casi inaudible.

-Bien, supongo. Hoy ha sido un día muy aburrido, también me siento cansado, ya no deseo asistir con René; ella cree entenderme o al menos finge hacerlo, pero en realidad ella sigue diagnosticando un extraño síndrome. Se lo ha hecho saber a mis padres como “autismo”. Los ha espantado bastante y el semblante de mi madre es enfermizo, se le cae el cabello a montones. Ya no quiero estar aquí. – Adrián usa un tono indiferente y un poco bajo.

-Por lo menos contigo saben que existes, a mi nadie me conoce, ni un suspiro se escucha en este lugar. ¿Vendrás algún día?- Bernardo contesta con angustia.

- Aún no sé cuando lo haré, pero te he dado mi palabra, no dudes de eso, a veces siento necesitar a un amigo y tampoco quiero que estés solo. ¿Cuándo podre ver tu rostro?- el niño pregunta como si se acordara que debía hacerlo- Te conozco desde que soy un bebé y jamás he visto tu rostro. Hace poco me ha surgido esa necesidad.

-Siempre lo has podido ver, pero sabes que tus ojos ahí no funcionan. Por mucho que te esfuerces estando en ese lugar, ellos jamás podrán ver más allá. Pero estoy en este lugar hablando contigo. Te pareces mucho a mí es lo único que puedo asegurar. Creo que si estuvieses en este lugar yo no existiría; tu ausencia permite que exista.

-Posiblemente tengas razón… - contesta meditabundo, tratando de ordenar sus pensamientos- Le he hablado de ti a René, mi terapeuta. Ella pareciera que no entiende mis palabras, me esfuerzo en gritar pero solo observa mis escasos movimientos, quisiera correr pero hay algo que me lo impide siempre estoy cansado y mis brazos y piernas parecen no hacer caso. Yo si entiendo a René pero ella me ve como si fuese un objeto, su mirada inquisidora se posa en mí con mucha atención. A veces creo que es sorda.

Bernardo escucha atentamente el relato del niño, no pasa nada por su mente ya que la soledad que el pequeño siente lo ha invadido hasta el tuétano, escucha solo el eco del otro muchacho resonar en el lugar obscuro y frio donde se encuentra, jamás ha tenido contacto con otra persona que no sea Adrián. A veces él mismo se cuestiona su existencia, forma una parte del otro niño a pesar de ser 4 años menor. No recuerda haber tenido a alguien cerca de él antes, tampoco recuerda cuando fue bebé, sólo sabe que cuando escucho la voz de Adrián por primera vez el empezó a existir como ahora se conoce.

-Adrián… ¿Sabes? Creo que nos parecemos en más de una cosa, a veces es como si viviese dentro de ti. – Con toda serenidad el pequeño Bernardo expresa sus pensamientos.

Adrián se ha sorprendido bastante al escuchar esto, pero inmediatamente es como si todo su sistema nervioso se apagara, y le resulta imposible expresar su sentir ante tal declaración

- ¿Me estás diciendo que no existes? ¿Qué todo es producto de mi imaginación? Eso es imposible Bernardo eres mi único amigo y quien me conoce, y los dos sabemos que hay mundos distintos, también ambos estamos solos- el niño empieza a sollozar en silencio.

- No he dicho nada de eso, simplemente es como a veces siento todo esto, yo estoy solo y jamás he visto a ninguna otra persona, mis ojos no funcionan bien, siempre estoy cansado y no recuerdo nada más antes de escuchar por primera vez tu vos.

- Dime algo – dice tristemente Adrián- ¿Cómo se llaman tus padres?

- Victoria y Javier, aunque nunca he podido ver sus rostros ni tampoco convivir con ellos, sólo escucho sus voces cuando estoy dormido. – el niño parece inquieto y un poco mareado.

Adrián empieza a querer arrancarse uno por uno los cabellos, sus manos se entiesan de tal manera que parecen garras, su mirada parece aún más perdida. En su interior se escucha a Bernardo dar un grito histérico. Las voces de los dos pequeños son tan iguales.

- Igual que los míos. – contesta Adrián con tono bajo en la cual se percibe una histeria.




*Aclaraciones, este texto fue inspirado en la fotografía que esta principiando la historia, es cortesia de una exposición de fotografá en el museo Franz Mayer en el D.F. "word press photo 2010".

La cual retrara a un pequeño niño de 13 años, llamado Adrián, quien sufre autismo. Me inspire en la soledad de este niño y quice conservar su escencia, entre ellos el nombre y la historia de su vida original.

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